BATTHYANY, ALEXANDER
Nuestras abuelas nunca oyeron hablar de la «lucidez terminal», aunque sabían bien de lo que hablaban. Iban a visitar a un moribundo y mientras estaban en la casa callaban, pero ya fuera comentaban entre ellas: «Hoy le he visto muy animado, y volvía a acordarse de todo, ay, no creo que pase de mañana». Y así era. La lucidez terminal es un fenómeno relativamente frecuente que la ciencia ortodoxa ignora y que aun así forma parte de nuestra experiencia ancestral y del día a día de enfermeras y cuidadores. Según todos ellos, cerca del final de la vida, muchas personas que han sufrido lesiones cerebrales irreversibles o demencia profunda experimentan un momentáneo «retorno milagroso del yo» que antecede siempre al fallecimiento. Así, por lo general durante unas horas, estas personas recuperan por completo la lucidez, la memoria y la energía, son capaces de hablar de nuevo con sus familiares y parecen conscientes de la inminencia de su muerte con una calma y aceptación sorprendentes. Pero si sabemos que la destrucción física del tejido cerebral que produce el alzhéimer o el cáncer no es recuperable, y que las neuro