CORNAGO SANCHEZ, ANGEL
Actualmente nos pasamos la vida acelerando los tiempos. Pasan lossegundos en un torbellino violento e inmisericorde. Para poderagarrarlos, los convertimos en minutos, horas, días, años, y parapoder vivirlos los recorremos con celeridad, viviendo intensamente,viajando en coches, ferrocarriles, aviones, de tal forma que, en pocas horas, podemos vivir el mundo. Pero es una falacia, un espejismo. Elmundo lo vemos, pero el tiempo lo vivimos plenamente cuando nossentamos en un banco al lado del río y observamos cómo pasa el agua.Nuestra mente quieta, el rápido de la corriente, la sensación íntimade paz, nos permite vivir esos segundos, esos minutos, en plenitud,sacarles "el jugo", que no exprimirlos, sino lo contrario, enajenarnos con parsimonia. Bien es verdad que es difícil vivir así la vida en el contexto actual, pero tal vez es la única forma de vivirla sin perder el norte, porque el ritmo habitual siempre es atormentado, como ladel escarabajo que en este momento pasa rápido frente a mí, dandotumbos, arrastrado por la corriente.