RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, AGUSTÍN R.
Para dar la vuelta al mundo fue necesario que a lo largo de
	siglos, con avances y retrocesos, sabios de épocas y culturas
	muy distintas convinieran en que el mundo era más o menos
	esférico, que era limitado, que la mayor parte de su superfi cie era
	líquida y se podía navegar por ella, que se podía navegar con
	otras referencias que las del relieve terrestre, por medio de
	instrumentos, de la observación de los astros, etc. Y aún fue
	necesario que se inventaran buques que pudieran navegar por
	esas aguas, que se desarrollase la cartografía para comunicar a
	otros como llegar y cómo eran los lugares descubiertos.
	Y hubo que vencer los supersticiosos temores a «mares
	tenebrosos», «islas de los muertos» y monstruos terrorífi cos o
	amenazas de toda índole y, por supuesto, a la cerrazón de los
	que creían que todo aquello era alterar el orden natural de las
	cosas, Solo los portugueses y los españoles cumplían sufi cientes
	condiciones para afrontar el reto por primera vez. Al servicio de
	la Monarquía Hispánica, el portugués Magallanes y el español
	Juan Sebastián Elcano, responsable del derrotero fi nal de la nao
	Victoria, fueron quienes culminaron el desafío secular.
	El lector comprobará en estas páginas que la hazaña de dar la
	vuelta al mundo empezó mucho antes que Magallanes, al menos
	desde Colón, y que solo se concluyó con el tornaviaje de
	Urdaneta, más de setenta años después.